lunes, 21 de mayo de 2007

Para Pensar desde las Percepciones

Apuntue para la Asistencia Técnica- Escuela de Adultos N° 1
( Selección de párrafos de Lizárraga Bernal, Alfonso : “ Formación humana y construcción social: Una visión desde la epistemología crítica")
Reapropiarnos de nuestra cotidianeidad es apropiarnos de nuestro proceso formativo, puesto que la formación es el resultado de la práctica cotidiana. Práctica que se despliega en distintos espacios, como la familia, la escuela, el trabajo, etc.
En esos espacios ejercemos prácticas de pensamiento y de acción, formamos nuestra subjetividad.
Cuando decimos que la formación es un proceso de práctica, hablamos de reflexión, de intercambio, de interacción entre sujetos, de diálogo estimulante de quiénes tienen inquietudes comunes; se trata de los necesarios estímulos fraternos que constituyen un nuevo campo de relaciones formativas.
Bajo estas circunstancias, la escuela puede convertirse en un espacio de reflexión de los otros espacios de la vida y de descubrimiento acerca de cómo estimular nuestro proceso formativo individual.
Centrar la atención en el individuo implica habilitarlo para que sea sujeto de su propia formación y para aprender a develar los modos específicos en que se subjetiva el poder; develar los conceptos implícitos en las reacciones y prácticas, su internalización y el modo en que se instalan y posesionan de algunos planos de la propia subjetividad.
Por el hecho de estar instalados en nuestra subjetividad se asumen como propios y por lo tanto no se cuestionan, lo que implica aprender a dialogar y problematizar nuestra propias convicciones; descubriendo cuál es la relación social que ha nutrido tal idea y el modo en que se ha internalizado.
La formación puede asumirse como proceso de transformación continua del sujeto, lo cual es congruente con la realidad en movimiento .La formación se da a saltos o rupturas y transforma estructuras cognoscitivas del sujeto. Un cambio cognoscitivo no implica un cambio o ruptura de toda nuestra subjetividad. Para lograr la ruptura se requiere pensar lo cotidiano de manera no cotidiana.
Las formas de pensar van inmersas en los conocimientos que adquirimos y guían nuestro modo de ver y de relacionarnos con la realidad y en consecuencia orientan nuestras actitudes; se constituyen u operan como categorías de pensamiento, dictándonos lo que hay que ver de la realidad; en ese sentido delimitan un campo de visibilidad.
En síntesis la formación es un pasado que está presente en la objetividad y que opera como marco de referencia del individuo para guiar la organización de sus prácticas.
Simplificando, podemos hablar del circuito dialéctico formación-práctica-formación. La primera es la formación adquirida y la última es la formación posible. Desde esta perspectiva hemos afirmado que la formación adquirida opera como parámetros que define nuestra práctica y, a su vez, esta práctica contiene embrionariamente la formación posible. En la intercesión entre la formación adquirida y la formación posible, es decir, en la práctica, reside una especie de encrucijada formativa, que es el espacio o campo de opciones donde el individuo organiza su reactuación.
Es el espacio donde el individuo está en posibilidades de reflexionar, evaluar o confrontar la formación adquirida con la formación posible.; se despliega el campo de opciones y por ende, es el espacio donde se puede fraguar la ruptura de condicionamientos.
El pensar, al entrar en relación con diversos planos de la subjetividad, se percatará que no todos esos planos son susceptibles de modificar a la misma velocidad. Particularmente los más dinámicos corresponden a productos de la razón, a procesos cognoscitivos constructores de distintos niveles de de conciencia ( teórico-científica y sociohistórica). En cambio otros planos, como los sentimientos y estructuras afectivas, lo valores y las diversas manifestaciones internalizadas del poder, la ideología y en general todas las estructuraciones o parámetros internalizados inherentes a las relaciones humanas, sociales e históricas, no son modificables tan fácilmente por efectos de la conciencia; incluso algunos, jamás serán superados por la conciencia, pero al menos podrá advertirlos y controlarlos.
El pensar tiene posibilidades de superar los poderes condicionantes; es una potencialidad de la subjetividad y al mismo, una potencialidad creativa individual y colectiva, interrelacionada. Esto permite comprender y distinguir los núcleos sociales que generan discernimiento, que lo estimula, que se proponen ensanchar la conciencia personal y social. El pensamiento es dialéctico, dinámico, en perenne devenir.
El problema no es simplemente suprimir la prescripción, porque mientras la sociedad está dividida, estratificada y disociado el trabajo individual y manual, la prescripción inexorablemente existirá. Se trata de orientar su sentido a lo que podría ser una prescripción crítica. Una cosa es prescribir modos de ver, de pensar y actuar unívocos, y otra cosa muy distinta es prescribir procedimientos de construcción y de apertura de diversos modos de ver, de pensar y de actuar.
El problema central es encontrarle sentido a nuestras acciones; de lo contrario se genera desencanto, desaliento, desánimo, apatía, indiferencia profesional.
Develar el sentido de las prácticas y el sentido que contienen, el cual, al mostrarse, permite su reorientación. Develar el sentido de las prácticas permite a su vez percatarnos del efecto formativo que está subjetivándose, asimismo, permite la mutación de dicho sentido, para que el contendido formativo que posee se subjetive con esa nueva modificación tamizada por las valoraciones definidas por la conciencia.
Podemos cuestionarnos nuestros dilemas formativos, para develar nuestros parámetros rectores.
Nos apropiamos de una forma de entender la enseñanza, el aprendizaje, las relaciones que se establecen con el otro y con los otros.
Pensemos en algunas expresiones que decimos cotidianamente:
“ No se puede enseñar en este contexto”
“Por más que intento de diversas forma no pueden llegar a resolver la tarea que les doy”
“Estas son la normas y hay que cumplirlas. Y el que no ya sabe a lo que se atiene”
“Yo vengo a dar mi clase y listo. No me pueden reprochar nada. Ya entregue la planificación y todo lo que me pidieron.”
“Son adultos, no niños, saben de que se trata esto de aprender”
“Nos dicen que tenemos que integrar los contenidos, las materias, pero en que tiempo. Así no se puede hacer nada1”
¿Qué otras expresiones se les ocurre que se podrían re-pensar?
¿Cómo podría pensarse un espacio institucional para pensar estas cuestiones?
¿Cuáles son nuestras “teorías personales” sobre la escuela, la enseñanza, el adulto, el colega, el aprendizaje? ¿Desde donde las fundamos?¿Pueden re-pensarse?
¿Cómo podríamos “prescribir” procedimientos de construcción y apertura de las formas de ver ‘?